¿Centros de producción de bebes?
El doctor Merle Berger no se siente cohibido por su tarea. Fundador de Boston IVF, el centro de fertilidad más grande de Estados Unidos, Berger es un pionero en la medicina de la reproducción. En más de treinta años de práctica, ha ayudado a miles de personas a engendrar los hijos que deseaban desesperadamente buscando como quedar embarazada http://www.portalesmedicos.com/blogs/comoquedarembarazada, mas info en esta web. Profesor en la Harvard Medical School y autor de más de 50 artículos científicos, Berger describe su profesión de un modo claramente poco científico. «Yo fabrico embriones», declara.
Berger y sus colegas ocupan una posición destacada en la tasa global de la fertilidad. Estos médicos controlan uno de los toros más grandes y visibles de la industria de los bebés: las autoridares de fertilidad que supervisan el tratamiento de aproximadamente a 2 .200.000 personas por año, sólo en Estados Unidos. Estas instituciones son una suerte de camaleones. Son expertos médicos y de asesoramiento, sitios donde se desarrolla la investigación de alta tecnología y la tragedia personal íntima. Esta instituciones emplean científicos altamente calificados, especialistas unidos a un grupo de técnicos de laboratorio. Sin embargo, en definitiva, todos los centros de fertilidad hacen esencialmente una fabrica de embriones que luego se convierten en bebés.
Para conseguir este resultado, los centros de fertilidad emplean un gran número de técnicas: exámenes físicos, baterías de pruebas y ocasionalmente sesiones de orientación psicológica. Si el problema se puede identificar (como ocurre aproximadamente en el 90 por ciento de los casos), entonces los especialistas inician el tratamiento sugerido. Sin embargo, debido al estado de incertidumbre inherente, los tratamientos se consideran en muchos aspectos como opciones; los pacientes prueban un método particular, verifican mensualmente los resultados, se someten a una segunda tanda de pruebas, intentan un método u otro, y siguen adelante. En los casos más difíciles, los médicos actúan casi como ingenieros.
Se ocupan del proceso de producción y prueban diferentes combinaciones y técnicas. Mientras tanto, los pacientes seleccionan las clínicas —al menos, inicialmente— y los procedimientos que siguen. No obstante, una vez que se han decidido por una práctica particular, rara vez abandonan. De hecho, suelen comprometerse en una relación cada vez más personal, y confían en que su médico y su clínica les proporcionen el producto que desean desesperadamente.
Por ejemplo, consideremos el caso de David y Vivían, una pareja de profesionales jóvenes que, por razones inexplicables, eran incapaces de concebir. Vivían se había sometido a tratamientos hormonales y a una inseminación intrauterina en el Massachusetts General Hospital, y quedó embarazada de gemelos, Pero los gemelos murieron durante el tercer trimestre dejando a Vivían desesperada. Sin embargo, lo intentó de nuevo; en 16 me ses recibió cinco tandas más de hormonas y otras tres inseminaciones intrauterinas. Luego pasó a la fertilización in vitro y quedó encinta en el segundo intento, pero abortó. Frustrados, ella y su esposo finalmente dejaron el hospital de Massachusetts y acu dieron a Saint Barnabas, una clínica de Nueva Jersey que Vivian pensaba que tenía «el porcentaje más alto de éxito». En Saint Barnabas, Vivian y David pagaron 379 dólares por cada prueba, mientras que en el hospital de Massachusetts sólo habían abonado 10 dólares con la cobertura del seguro. Pero no les importó. La pareja gastó más de 100.000 dólares en tratamientos, antes de adoptar a su hijo, Dimitri, en Rusia.
El doctor Merle Berger no se siente cohibido por su tarea. Fundador de Boston IVF, el centro de fertilidad más grande de Estados Unidos, Berger es un pionero en la medicina de la reproducción. En más de treinta años de práctica, ha ayudado a miles de personas a engendrar los hijos que deseaban desesperadamente buscando como quedar embarazada http://www.portalesmedicos.com/blogs/comoquedarembarazada, mas info en esta web. Profesor en la Harvard Medical School y autor de más de 50 artículos científicos, Berger describe su profesión de un modo claramente poco científico. «Yo fabrico embriones», declara.
Berger y sus colegas ocupan una posición destacada en la tasa global de la fertilidad. Estos médicos controlan uno de los toros más grandes y visibles de la industria de los bebés: las autoridares de fertilidad que supervisan el tratamiento de aproximadamente a 2 .200.000 personas por año, sólo en Estados Unidos. Estas instituciones son una suerte de camaleones. Son expertos médicos y de asesoramiento, sitios donde se desarrolla la investigación de alta tecnología y la tragedia personal íntima. Esta instituciones emplean científicos altamente calificados, especialistas unidos a un grupo de técnicos de laboratorio. Sin embargo, en definitiva, todos los centros de fertilidad hacen esencialmente una fabrica de embriones que luego se convierten en bebés.
Para conseguir este resultado, los centros de fertilidad emplean un gran número de técnicas: exámenes físicos, baterías de pruebas y ocasionalmente sesiones de orientación psicológica. Si el problema se puede identificar (como ocurre aproximadamente en el 90 por ciento de los casos), entonces los especialistas inician el tratamiento sugerido. Sin embargo, debido al estado de incertidumbre inherente, los tratamientos se consideran en muchos aspectos como opciones; los pacientes prueban un método particular, verifican mensualmente los resultados, se someten a una segunda tanda de pruebas, intentan un método u otro, y siguen adelante. En los casos más difíciles, los médicos actúan casi como ingenieros.
Se ocupan del proceso de producción y prueban diferentes combinaciones y técnicas. Mientras tanto, los pacientes seleccionan las clínicas —al menos, inicialmente— y los procedimientos que siguen. No obstante, una vez que se han decidido por una práctica particular, rara vez abandonan. De hecho, suelen comprometerse en una relación cada vez más personal, y confían en que su médico y su clínica les proporcionen el producto que desean desesperadamente.
Por ejemplo, consideremos el caso de David y Vivían, una pareja de profesionales jóvenes que, por razones inexplicables, eran incapaces de concebir. Vivían se había sometido a tratamientos hormonales y a una inseminación intrauterina en el Massachusetts General Hospital, y quedó embarazada de gemelos, Pero los gemelos murieron durante el tercer trimestre dejando a Vivían desesperada. Sin embargo, lo intentó de nuevo; en 16 me ses recibió cinco tandas más de hormonas y otras tres inseminaciones intrauterinas. Luego pasó a la fertilización in vitro y quedó encinta en el segundo intento, pero abortó. Frustrados, ella y su esposo finalmente dejaron el hospital de Massachusetts y acu dieron a Saint Barnabas, una clínica de Nueva Jersey que Vivian pensaba que tenía «el porcentaje más alto de éxito». En Saint Barnabas, Vivian y David pagaron 379 dólares por cada prueba, mientras que en el hospital de Massachusetts sólo habían abonado 10 dólares con la cobertura del seguro. Pero no les importó. La pareja gastó más de 100.000 dólares en tratamientos, antes de adoptar a su hijo, Dimitri, en Rusia.